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sabato 4 dicembre 2010

334 - EL OTOÑO DEL CARDENAL

A muy pocos días de entregar su cargo como líder de la Iglesia Católica guatemalteca, la vida de Rodolfo “Cardenal” Quezada Toruño se convierte en obligado tema de discusión. Comprometido con su ministerio y gran creyente en una iglesia viva y llena de sentido humano, ha protagonizado capítulos donde la fortaleza de sus convicciones y su liderazgo como ciudadano y misionero de la fe han sido determinantes para encaminar la historia patria.
Conocí al cardenal Quezada, primero a través de las anécdotas de mi padre, quien fue su compañero de aula en el Colegio de Infantes, y luego por su estrecha relación de colaboración con mi admirada y recordada amiga doña Tere Bolaños de Zarco. Alumno de filosofía del Seminario de San José, en San Salvador, y teólogo de la Universidad de Innsbruk, Alemania, con un doctorado en derecho canónico por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, y consumado políglota que domina a la perfección el castellano, latín, inglés, francés, italiano y alemán, el cardenal Quezada anunció hace pocas semanas que Su Santidad el papa Benedicto XVI había aceptado su retiro y nombraba como sucesor a monseñor Óscar Vian. Fue ese el momento en que el extenso recorrido de Quezada comenzó a pasar rápidamente en la mente de los católicos y de muchos que, sin serlo, han agradecido su paso firme por la vida de este país.
Este hombre de mil y una batallas llega al retiro. Pero, además, hemos recibido la no grata noticia de que el Cardenal sufre serios quebrantos de salud. Quienes hemos cosechado el fruto de su esfuerzo por la paz, la Iglesia y el país podemos retribuir en algo esa labor, acompañándole con nuestras oraciones en esta etapa, e implorar al Supremo Creador por su pronta recuperación y/o fácil y pacífica transición. Es algo que bien merecido lo tiene, y algo que dará sus frutos al preservar por mucho tiempo en nuestras mentes y corazones a una de las mentes preclaras de nuestros tiempos.
Su papel más conocido por la nación fuera del sacerdocio es la mediación del proceso de paz en Guatemala. Como presidente de la Comisión de Reconciliación Nacional, el arzobispo Quezada —en ese tiempo, obispo y presidente de la Conferencia Episcopal— jugó un papel muy complicado, al convertirse en uno de los factores clave que hizo factible la negociación de acuerdos entre el Ejército y la guerrilla. Su papel como garante de los intereses de la población no combatiente y mediador neutral le vale el reconocimiento de las dos partes en conflicto. Es por ello que posiciones inimaginables en materia de derechos humanos, derechos de los pueblos indígenas y mecanismos para el proceso de desmovilización son acordadas y suscritas a pesar de toda la presión que recibían las partes.
Si la gestión como reconciliador había marcado al pueblo con la imagen de los sacerdotes de su época —con él, obispos emblemáticos como Juan Gerardi, Álvaro Ramazzini, Mario Ríos Montt y Ramiro Pellecer—, en los meses recientes siguió trabajando en beneficio de las causas que él considera justas, reclamando justicia y consideración para los intereses de las mayorías silenciosas.
Ese ha sido el sentido de la vida para el Cardenal. Ser voz de los que no tienen oportunidad de hablar; ser conciencia de los que están oprimidos. Ser luz para aquellos que no pueden ver en la oscuridad. Bendiciones, monseñor.
Julio Ligorría Carballido, Prensa Libre, 10/11/2010