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venerdì 25 aprile 2014

826 - RECUERDO DE MONS. JUAN GERARDI

Como fue Monseñor Gerardi
Pastor bueno y fiel. Obispo como era, y que lo reconocían como “pastor bueno y fiel”, asumió en su vida la causa de Jesús y como Iglesia, trabajó siempre para superar divisiones y enfrentamientos; quería para Guatemala una gran comunidad de pueblos reconciliados.
Sabía escuchar. Ciertamente, nos ha enseñado a vivir desde nuestras raíces; escuchaba, en situaciones en las que pocos parecen querer ya aprender lecciones, sino más bien darlas. No se clasificaba entre los hombres intelectuales, dedicados pacientemente a la investigación; no producía mucho, escribía más bien poco; pero sí era perspicaz, intuitivo, práctico, atento, con capacidad de escucha para saber discernir y decidir acertadamente. Son características las imágenes suyas en el gesto del hombre que ESCUCHA, que acepta al otro, que entra dentro de su pensamiento.
Buen lector. Siempre fue un gran lector, su buena biblioteca contaba con libros sobre temas actuales y bien fundamentados; le gustaba leer de todo: Teología, filosofía, doctrina social de la Iglesia, historia... Cuando las ideas le llamaban la atención, las subrayaba de forma muy intensa; ciertas expresiones las recogía con un círculo con bolígrafo... o anotaba alguna reacción al margen, como solía hacer con las hojas de ponencias en las que participaba.
Cuando hablaba parecía dialogar con la persona con la que se encontraba, se mostraba cercano, y al mismo tiempo insistente en lo que decía; y siempre pedía el asentimiento del otro: “¿No es verdad...?”
Hombre de gran calidad interior. No fue fácil su ministerio; el transcurrir de los años le permitió un doloroso aprendizaje, que si bien sembró en su corazón convicciones y amarguras, forjó también al hombre de fe y de una gran riqueza interior, forjado así, a golpes de realidades duras y complejas, hasta de incomprensiones cercanas, dentro y fuera de la Iglesia. Hablaba con unos y con otros; no era sectario ni hacía acepción de personas; su riqueza se encerraba más en el corazón que en la facilidad de palabra; tal vez le gustaba más pensar al no escribir mucho, “guardaba tanto en su corazón”, como María la Madre del Señor. Nunca vivió de prisas o intransigencias.
Hombre sereno. En su corazón se encerraban el ideal y la duda; la convicción y la sospecha; el amor y la compasión. A pesar de ser un hombre de su tiempo, que fue evolucionando con los años en su modo de ver la realidad, no vivió sumergido en las nostalgias del pasado, ni en la desesperación del porvenir. La serenidad llenaba de objetividad sus afirmaciones, por lo general breves; tanto que algunos se le impacientaban, y lo acusaban de pasivo.
http://www.odhag.org.gt/05biogfia.htm