giovedì 12 agosto 2010
224 - RIGOBERTA MENCHÚ, PREMIO NOBEL DE LA PAZ AFIRMA QUE RACISMO ES UNA ENFERMEDAD SOCIAL
En las últimas décadas, los pueblos indígenas de Guatemala han conseguido importantes avances. Hoy son más visibles, han generado espacios para hacerse escuchar e incluso ocupan más puestos públicos y en áreas académicas o de investigación.
Sin embargo, esos avances pueden parecer insignificantes si se hace un repaso de la situación crítica en que vive la mayoría de pobladores indígenas; más de la mitad de la población guatemalteca.
El racismo y la discriminación, la desproporción entre su número y su representación en espacios políticos e institucionales, el acceso deficiente a servicios básicos como salud y educación, en su idioma, y el uso folclorista de sus rasgos culturales son motivos de que los pueblos guatemaltecos conmemoren el Día Internacional de los Pueblos Indígenas con una mezcla de alegría, recelo, esperanza y la demanda de políticas concretas.
“El problema sigue intacto, aunque se empezó a discutir hace 30 años. Hay un sobrediagnóstico y hacen falta políticas, pues la discriminación sigue, aunque solapadamente”, afirma Rigoberta Menchú Tum, Premio Nobel de la Paz 1992, reconocimiento que puso a los mayas guatemaltecos en el ojo del mundo. Menchú considera el racismo como “una enfermedad social” que persiste y se ha globalizado.
De acuerdo con la última encuesta efectuada por Vox Latina y el Organismo Naleb, la cual fue publicada en mayo del 2009, el 92 por ciento de encuestados admitió que hay racismo en Guatemala.
Álvaro Pop, politólogo que actualmente integra el Foro Permanente de las Naciones Unidas para los Pueblos Indígenas, expone: “El racismo en Guatemala es como el alcoholismo. Tener un familiar alcohólico no lo podemos negar, es absolutamente obvio, pero no lo queremos tratar”.
Isabel Cipriano, de la asociación de mujeres mayas Moloj, asevera: “El racismo es a veces enfermizo. Las mujeres y los pueblos indígenas somos utilizados solo como adornito”.
La discriminación hacia los indígenas se evidencia en el limitado acceso al ámbito político, educativo, sanitario o de justicia. “Colocan a alguien indígena en la sexta u octava casilla (en elección de diputados), para simular inclusión”, señala Cipriano.
Menchú manifiesta que el problema radica en la falta de un Estado verdaderamente plural e incluyente. “No hay Estado en Guatemala para los pueblos indígenas. Por ejemplo, si vamos al área Ixil, el Estado se reduce a un representante, y posiblemente las oficinas más conocidas son los tribunales. La representación del Estado se reconoce como castigadora, no como armonizante”, precisa.
La limitación de acceso ocurre de igual manera en los organismos Ejecutivo y Judicial, coinciden los activistas.
A pesar de todo, Pop considera que existe un avance importante en participación política de los pueblos indígenas, que hoy están presentes en todos los partidos políticos y espacios locales. En las elecciones del 2007, de las 333 municipalidades, 129 fueron ocupadas por alcaldes indígenas, lo cual evidencia que existe
participación.
Guatemala, 08/08/2010 (PL).
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