Defensor de los humildes y perseguidos
“El sufrimiento de Cristo en su cuerpo místico es algo que nos debe hacer reflexionar. Es decir, si el pobre está fuera de nuestra vida, entonces quizás, Jesús está fuera de nuestra vida” (Juan Gerardi, 10 de marzo de1998).
En el arco de historia que le tocó vivir a Monseñor Juan Gerardi, vio crecer la organización de la Iglesia guatemalteca luego que las décadas de dictaduras liberales la pretendieron reducir a las sacristías; él mismo se distinguió por ser un pastor dinámico en La Verapaz y en El Quiché; participó en la III ª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizada en Puebla de los Ángeles, México, del 28 de enero al 13 de febrero de 1979; allí, junto con otros Obispos y delegados de la Iglesia guatemalteca, renovó su compromiso con la opción preferencial por los pobres, a la que permaneció fiel toda su vida, no por ideología, sino por convicción evangélica. Superados los años dolorosos de su estancia como Obispo en El Quiché y el exilio, decidió ponerse al servicio de la Iglesia guatemalteca, esta vez acompañando al recién elegido Arzobispo de Guatemala: Monseñor Próspero Penados.
Una vez nombrado Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Guatemala, se comprometió de diversas maneras en la animación pastoral de la misma; participó en el Sínodo Arquidiocesano, pero sobre todo llevó adelante la creación y coordinación de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado (1989), que durante varios años ha venido trabajando en beneficio de las víctimas de la violencia en Guatemala, y en la promoción y defensa de los Derechos Humanos. Como integrante de esta Oficina viajó durante varios años consecutivos a Ginebra, Suiza, con el fin de denunciar internacionalmente las violaciones a los Derechos Humanos en Guatemala, en las Asambleas anuales de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Esta actitud siempre le acarreaba críticas de algunos sectores guatemaltecos un tanto reacios. Sabemos que su preocupación fundamental era la protección del derecho a la vida, como supremo don de Dios, y junto a él todos los derechos sociales, económicos y culturales, que hacen del ser humano un sujeto libre por naturaleza allí donde Dios lo plantó.
Participó igualmente en algunos momentos del proceso de paz que se inició a raíz de la firma de los Acuerdos de Esquipulas II (agosto 1987) y la conformación de la Comisión Nacional de Reconciliación, presidida por Monseñor Rodolfo Quezada, a quien acompañaba Monseñor Juan Gerardi. . Fue gestor activo de muchos de los documentos más significativos de la CEG , a favor de la justicia, los derechos humanos, y la construcción de la paz en Guatemala. Aquellos que siempre se opusieron a la presencia de la Iglesia en el campo social, acusaban a Monseñor Gerardi de eclesiástico político, o cosas parecidas. En más de una ocasión, aparecieron “pintas” en las paredes de algunas de las calles del centro de la ciudad, contra Monseñor Gerardi. Este gran Obispo defensor de los Derechos Humanos, nunca se prestó a las ambigüedades de la política, ni transigía con la corrupción de poderes partidarios. Hombre de iglesia, en nombre de Dios, -sin decirlo ciertamente- reclamaba para los débiles, para las víctimas de la violencia, para los necesitados, los derechos que les eran propios.