mercoledì 8 giugno 2011
464 - LA FORMA Y EL FONDO EN LA CAMPAÑA ELECTORAL
El Tribunal Supremo Electoral finalmente convocó a elecciones generales. Interesa reflexionar sobre uno de los elementos centrales de esta –como de las anteriores campañas electorales–, relacionado con su carácter mediático, marcado por el afán de los partidos políticos por posicionar en el electorado esa múltiple oferta política, como si se tratara una variada gama de productos o marcas, en el contexto de la lucha por acceder al mayor número posible de cargos públicos por elección, y por extensión, al resto de los cargos por designación.
La propaganda desplegada por los partidos políticos nos muestra la fotografía de un candidato (para presidente, diputado o alcalde), acompañada de algunas palabras, frases breves y los símbolos y colores que identifican al partido que lo está postulando. Mediante esos elementos quieren posicionar una serie de elementos –visuales y auditivos– que condensan una propuesta política en un país en el que aún predomina significativamente el analfabetismo, sobre todo en las áreas rurales, pero también una escasísima afición a la lectura. Se apuesta por algo simple, fácil de distinguir y recordar, pero que simplifica un proceso de trascendencia nacional.
Este proceso, además, se realiza en un contexto en el que cada vez es más evidente la deslegitimación de la manera en que en el país se hace política y se pierde credibilidad sobre la misma. Y frente a ese contexto, los partidos políticos en lugar de promover un proceso electoral –componente básico del tipo de democracia que se dice que tenemos– serio y responsable, lo degradan al convertirlo en "una fiesta”, pero no cívica sino de competencia descarnada en la que derrochan dinero a manos llenas, pero de espaldas a las necesidades y demandas de la población. Proceso cargado de múltiples eslóganes, frases hechas, lugares comunes y grotescos recursos publicitarios. Me pregunto qué relación puede existir entre una joven mujer "medio vestida” con los colores del partido y algunos de los acuciantes problemas nacionales. Es un proceso en el que muy poco nos dicen sobre los contenidos de las propuestas que supuestamente se sintetizan en esos mecanismos publicitarios.
No olvidemos que lo que está en juego es la estabilidad y continuidad del tipo de Estado y sociedad dentro del que, con sus defectos y dificultades, vivimos. Es necesario, por ello, cuestionar el nivel de superficialidad de los medios y mecanismos a los que acuden los partidos políticos para posicionarse en el escenario electoral. No estamos siendo convocados para decidir entre consumir una bebida gaseosa tipo A u otra tipo B. Tampoco debemos olvidar que la finalidad de este proceso es otorgarle legalidad al proceso de alternancia en el poder pero, para nada, definir el rumbo del país a partir de la elección entre propuestas programáticas que luego se traducirán en resultados positivos y tangibles para el país. La experiencia histórica nos dice que la agenda efectiva, concreta, que sí define ese rumbo se elabora en otros lugares, entre otros actores que ejercen el poder real, articulado en torno a sus intereses específicos. Ellos no requieren de la legalidad del voto. El proceso electoral es la representación que se organiza cada cuatro años con –cada vez más– nuevas y ocurrentes parafernalias; es un rito que consagrará a unos cuantos (autoridades elegidas) y les otorgará el derecho a participar en la legitimación –de diversas maneras– de esa agenda no definida por ellos. Y como recompensa, obtendrán muchos beneficios personales. Es por eso que los planes y programas de los partidos no pueden ir más allá de lo que esa agenda no definida por ellos haya establecido ni, mucho menos, contradecirla.
Después de más de 25 años de haber "retornado a la democracia” y de 15 de haberse "firmado la paz”, regulados por una serie de leyes, normas y reglamentos que han legalizado la permanencia de tal sistema –que supuestamente persigue la consecución del bien común–, los problemas económicos y sociales del país siguen agravándose de manera alarmante. Es en torno a esos dilemas, entre otros, que debe promoverse una reflexión profunda, sistemática y masiva entre toda la población para que sea posible recuperar el sentido de la participación ciudadana, en tanto componente fundamental para lograr un buen gobierno. Y sobre todo, para redefinir la democracia y despojarla de las limitaciones y contradicciones en que está inmersa debido a su fuerte y profundo carácter liberal; y para contrarrestar los terribles efectos negativos que ese sistema, sustentado bajo tales premisas y mecanismos de funcionamiento, ha tenido hasta ahora para el país.
Guatemala, 11 de mayo de 2011.
[La Opinión fue Editorial del Noticierto Maya K'at de la Federación Guatemalteca de Educación Radiofónica -FGER- con fecha 11 de mayo de 2011. www.fger.org]
Avancso, Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala
Adital, 20/05/2011